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Ojalá estés bien

  • Foto del escritor: Robs
    Robs
  • 28 ago 2024
  • 8 Min. de lectura
Dime, ¿eres feliz?
¿Te puedo creer cuando me digas que sí?
Ojala que sí, y ojalá estés bien.

Un diciembre ella tenía el pelo corto y rubio y no sé más porque no vi más. Se paró, arrastró la toga, recibió su diploma, no vi más y se volvió a sentar. Nunca volteó a los lados ni hacia atrás para verme justo detrás. Y yo ahí, con miedo de que mi mirada se encontrara sin querer con una fracción de cualquiera de sus dos ojos, recordaba ofendido cómo una semana antes en el ensayo de grado me puso la mano en el pecho y me empujó de vuelta.


Hablaba con total naturalidad de su trastorno de ansiedad, de sus crisis psicológicas y emocionales, sus propios complejos y la extensa lista de requisitos que tenía para quien quisiera ser su pareja. Hablaba de pastillas que estaba tomando y dejaba de tomar porque la dosis era alta y la hacía sentir inerte, de sus citas con el psiquiatra y cómo faltaba a ellas hasta que retomaba, de sus límites, sus traumas y una aparente vida sexual activa. También le tenía miedo a casi todo, pero cuando se ponía seria no parecía. Sin embargo, era pasmosa la sabiduría con la que hablaba de cualquier tema relacionado con lo que fuera vivir, y hablar con ella era recibir solución. ¿Problemas en casa, pareja, carrera, personales? Te escuchaba, te resolvía.


Su lío mental, que era un entramado de hilos enredados entre hilos más delgados entre hilos más delgados, lo sabía navegar. Recuerdo cómo me decía que prefería ser abierta con su realidad hacia todo el que la conociera para que supieran qué esperar de ella. Esa es la primera imagen que quiero que se hagan: a pesar de todas sus condiciones, era tan madura y tan centrada, que era capaz de tomar decisiones así de sensatas y correctas. Estaba lejísimos de comportarse como una víctima de su mente, como alguien incapaz de sí misma.


También era una burla constante a todas las mujeres que querían ser hermosas y se esforzaban en lograrlo y vivían frustradas por no poder, pues ella pasaba sin hablar y les decía que ella sí podía sin tener que hacer mucho. El que la veía pasar la deseaba: eran sus ojos con su mirada, su voz, su pelo, su figura y su carácter que se imponía. Era todo. Y ella sabía tanto su condición de Afrodita, Cleopatra, Megan Fox y Avril Lavigne que para ella casi nunca se trató de quién quería con ella, sino de si ella quería con él; que es mentira cuando dicen que las mujeres eligen; porque no todas, pero ella sí. Y esta es la segunda imagen que deben hacerse: una mujer con una belleza de escándalo, cual canto de sirena, que hacía que sus pretendientes ignoraran el alto nivel de caos al que se iban a meter.


Para finalizar con este perfil: era una adicta a la astrología y sus cercanas. Tarot, lectura de manos, cartas astrales, puertas zodiacales, elementos, piedras, numerología y todo eso. Si existen profesionales en ese tema, que no digo que no haya sino que dudo sobre la seriedad de algo así, pues ella era una. Ser así formó el core de su personalidad, y para todos se hizo imposible no saber quién era la ojitos claros de la astrología. Le hizo lecturas a medio mundo, gratis, porque ella siempre fue un ser de servicio. También disfrutaba bastante la atención y la admiración. Pero sobre todo, ser así le daba una orientación sobre cuál debía ser su siguiente paso, ya que para alguien con dificultades para tomar decisiones, hacerlo basada en la posición de un planeta o el movimiento astral era más simple. Entonces fue tal el fenómeno y la fama que tomó su expertiz en el tema que se consiguió una suerte de aprendices, quienes hoy por hoy están huérfanas de una tutora de su nivel. Y esta es la tercera y última imagen de ella: la primera que va a desaparecer.


Dos años y medio antes de la infame ceremonia de graduación, ella llegó a mi vida. La misma universidad, el mismo pregrado, el mismo grupo social. Conectamos porque hice parte del gran número de personas que la supo escuchar sin juzgarla, pero especialmente porque hice parte del pequeño número de hombres que sabía tratarla como un ser humano y no como un objeto de deseo. Ella valoró eso y me concedió su amistad, lo cual implicaba estar dispuesto a escucharla hablar 35 veces de la misma mierda, pues si le daba 35 consejos distintos ella no llegaba a la respuesta. El clásico caso de soy una gran consejera hasta que me tengo que dar consejos a mí misma. Pero además la escuché hablar demasiado de hombres y sus métodos romance, y lo que ella consideraba falta de caballerosidad y dedicación. Si no te parabas a las 11 p.m. de tu cama a recogerla en tu carro (tenías que tener carro) porque le dio un antojo, yo me iba a enterar al otro día y la iba a escuchar afirmando que te faltaba ser mejor y que entonces te iba a dejar de hablar, mientras yo le intentaba mostrar que debía dejar de aspirar que a su vida llegara un hombre que fuera Dios y a dar segundas oportunidades.


Y así se me fueron dos años, y así se le fueron dos años al círculo de seis amigos del que ella hacía parte conmigo, y así se nos iba la vida a todos: su interpersonalidad, su astrología, sus asuntos. Si algo nos hacía quedar a todos era que ella también era capaz de escucharte, de ser una gran amiga y una lucecita. Su voz apagó muchas veces alarmas e incendios, y era noble y querida y se esforzaba demasiado. Pero bueno, en el desfile de hombres que fracasaban por rozar la perfección y no alcanzarla, llegó producto de exportación bogotano a su vida.


Dos años antes de la ceremonia llegó él. Altísimo, con barba y altísimo. Esas y otras cualidades que no recuerdo hicieron que eligiera un nuevo hombre del cual sentirse frustrada. Todos estábamos tranquilitos esperando a que eso fracasara para que nos contara qué tan cierto era que un hombre alto lo tenía grande, pero él no fracasó, solo se hizo desear. Y dicen que las muy lindas se enamoran del que no les presta atención. Y entonces el rolo altote cumplía el sueño de todos los anteriores a él y todos los que querían tomar su lugar: que ella estuviera detrás de ellos, no al revés. Así que fue doloroso ver a semejante fuerza de la naturaleza sometida a la voluntad de un mortal, la caída de un imperio con forma de mujer. Logró reducirla y someterla a su hechiería conjugada en lenguaje de serpiente, y una vez ahí, la besó.


Algo comenzó entre ellos y ella se me alejó; pero se le acercó a otros, sobre todo a Juanmi, quien para entonces era mi mejor amigo, quien me contaba que ella le contaba que él era un encantador más que un encanto. Le hacía daño de muchas formas, pero algo tenía y ella se quedaba. Juanmi luchó bastante para que se decidiera por dejarlo y apartarlo, y hablando con ella más de 35 veces de la misma mierda, se logró: le terminó, o él a ella, no sé. Entonces se me acercó de nuevo y entre todos pasamos un año impidiéndole que le hablara de nuevo, que le pidiera volver, que cayera en sus redes. Ella, fuerte y frágil, reconocía que quería intentarlo de nuevo, pero que sabía que él le hacía mucho daño. La volvía de porcelana, pero ser porcelana es sentirse bien.


Todos amarrando un huracán al tallo de un diente de león, hasta que me mamé:

Usted no va a descansar hasta perder otra vez. Háblele, mire si él quiere, y vuelva a sufrir.

Eso le dije (o algo así, ja). No sé si alguien más le dijo algo similar. Y después de un año de contenerla, sí le escribió.


"Hijueputa, la cagué. Me hizo caso".

Y volvieron.

Y qué culpa la que sentí.


No sucedió tan rápido, pero con cierto ritmo acelerado se notaba cómo la distancia entre ella y yo, ella y todos, se iba acrecentando. Sin embargo me alcanzó a comentar que él cambió y que se notaba que sí cambió, dizque porque después de terminar esa primera vez, él se salió de la universidad y comenzó a estudiar a Dios, y que así recorrió el camino de la cristiandad y por ahí se encontró con la redención. Sí, otro caso común: la peor persona que conoces comenzó a leer la biblia. Ella, aparentemente feliz al poder darse una nueva oportunidad en el amor, se nos fue a todos, se nos fue a todos. ¡Pero a todos!


Seis meses antes del grado no la vi más ni hablamos más durante seis meses. Desapareció. Y si en el mundo de hoy uno es dos presencias al tiempo, ella dejó de serlas todas: no existía en la vida real, dejó de existir en redes sociales. No más tik toks sobre astrología, no más fotos siendo divina en su instagram. Si algo, tenía whatsapp. Algunos me comentan que intentaron saber de ella por ahí, pero ella escueta les decía que todo bien y ya. Y aunque todos sabíamos que seguía en la misma universidad y que iba a clase, era como si nadie la viera, como si nadie pudiera decir nada de ella. Estaba en el registro, hacía los trabajos e hizo mérito para graduarse; y yo que mantenía vagando de sol a luna la universidad nunca la vi. Además, según cuentan, salía poco con algunos, hasta que dejó de salir. El último caso común: tu amigo deja de ser tu amigo cuando consigue pareja.


Después de seis meses llega la ceremonia, pero una semana antes había ensayo de grado. A todos nos mandaron una maqueta digital sobre los puestos que cada uno iba a tener, y me alegró ver que ella estaría cerquita a mí. Era la posibilidad del reencuentro y de confrontarla, exigirle respuestas frente a su desaparición generalizada y quizá aclarar las causas de la misma. La persona que conocí habría estado de acuerdo conmigo con eso de que todos merecemos una explicación antes de ser despreciados repentinamente. Y el ensayo se acabó. Para salir del auditorio esta vez quedaba yo delante de ella, así que me giro y me inclino para abrazarla. "¡Holaaa!, ¿qué máááás?", mientras sonrío, mientras me dejo llevar, mientras planeo cómo tocar el tema de su ausencia; y siento su palma en mi pecho, que no solo me detiene, sino que luego me empuja. Me dice "bien", sin más, seca y tosca, y me giro de nuevo, y bueno, ¿ahora qué hago con esta dignidad que ya no tengo?


Todo es muy confuso y abrumador. No entendemos. A todos nos apartó y a nadie le explicó.


Me dicen sus aprendices que tiempo después del grado las contactó. Les ofrecía encontrarse con ellas para regalarles algunas de sus pertenencias relacionadas con la astrología: cartas, piedras, todo eso. Así que si una persona es en parte sus objetos y lo que forma a través de ellos, la novedad fue que la astróloga con formación renunció a sí misma para volverse otra de ella misma, esta vez motivada por un hombre que no contemplaba la existencia de cosas así como con tan poco sustento, y que lo correcto era avocarse a Dios, que como que sí tiene más sustento según este buen cristiano que no concibe otras prácticas espirituales que no sean las asociadas a la deidad admitida. Y ella estuvo de acuerdo.


No sé si él coarta y ella cede,

porque también puede ser que

él argumenta y ella concede.


Hoy por hoy hay que imaginarla feliz. Por cómo se dio todo algunos viviremos con una espinita de que no es tan simple, pero es así: ella se fue por su felicidad y lo logró. Qué importa si no compartes las formas, son las de ella para ella. Y hay que respetar eso, y respetarla por eso.


Ya puedo soltar.


El texto original fue actualizado. Para que fuera ficción debía ser más ficticio; para ser más respetuoso y maduro había que cuidar más la palabra. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

 
 
 

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