Fútbol de mierda
- Robs
- 27 nov 2024
- 8 Min. de lectura
CAP I
Para mí el fútbol primero es estímulo visual y admiración antes que obsesión por la victoria.
Soy capaz de hacer trampa y así obtener el éxito sin remordimiento, pero no me interesa. Me parece aburrido y no me da satisfacción ganar por ganar. Lo más entretenido en la vida es ser victorioso siendo el mejor, no siendo el que más gana. Y acá es donde la cosa se pone truculenta: en el fútbol, como en la vida, ser el mejor no garantiza la victoria.
Es lo más doloroso del fútbol y de la vida. Los acomplejados nos la pasamos pensando en que nosotros deberíamos ocupar el puesto que ese otro ocupa, pero que ese lo tiene porque es privilegiado, hizo trampa, tuvo suerte o porque quién sabe. Los que sentimos más afinidad por el Barcelona que por el Real Madrid no entendemos cómo es posible que ellos sepan remontar partidos por dos o tres goles de diferencia en los últimos dos minutos del partido después de haber sido peores que el rival durante 178 minutos, y los hinchas del DIM sienten lo mismo cuando piensan en el Nacional (jeje).
Todos buscamos explicaciones por todos lados sobre todo lo que pudo pasar: el clima, el peso de la historia, el aura, la mística, ser cagón, ser pechofrío, la suerte, la trampa, la injusticia, las ayudas ajenas, la hinchada, la cancha, el balón, la experiencia. Y uno que ha visto fútbol y de paso lo ha analizado, y todo el que haya hecho lo mismo me dará la razón, sabe que hay cosas y momentos que simplemente no se pueden explicar. Así como en la vida.
CAP II
Con los años mi relación con el fútbol ha cambiado. La gente sabe que amo el fútbol y por eso me dicen “Fifas”, pero lo dejé de ser hace 10 años aproximadamente. Antes me sabía todo lo que pasaba con todos los equipos, no me perdía ningún partido, me sabía los nombres de cada jugador y me llené de datos y estadísticas que no sirven sino para conversar con señores en cafeterías y taxis.
Después de mucho tiempo el fútbol profesional se volvió un asunto lejano, sobre todo porque la gente que ve fútbol en su mayoría me caen mal y me arruinaron todo. Sin embargo, me empezó a gustar más el fútbol cotidiano. Me explico: ¿ver una final del Nacional o jugar un partido 7 vs 7 con amigos que sufren de dolores, fuman vapo y no saben parar un balón? Yo con gusto me pierdo la final del equipo de mis amores con tal de chutar el balón una hora.
Descubrí que el fútbol está contenido y explicado justo en esa espontaneidad de un grupo de personas que no recibe atención, gloria o plata por jugarlo. Que jugarlo es querer competir, pero que jugar es lo primero y competir lo segundo, además de que ambas cosas deben hacerse al mismo tiempo; y que jugar es divertirse y competir es querer ser el mejor. Y por esa revelación divina que me ha iluminado en el resto de campos de mi vida, y por ese amor al fútbol más en su esencia que en su propósito mercantil, pasé un año dirigiendo un equipo de fútbol universitario.
Un equipo amateur, quizás menos que eso. Una liga amistosa de la universidad de la que me gradué que tiene condiciones que no he conocido en otro lado: sustituciones infinitas, máximo 15 convocados, 7 por equipo en cancha contando al arquero, árbitros horribles, se clasifican los 4 mejores a una ronda final, etc. Lo bello es que la gente deja de ir a clase por jugar, se inventan rivalidades inexistentes entre equipos, todos fingen que el trofeo es algo grande. Ese delirio a mí me atrapa completamente: todos quieren ganar algo que no representa nada más que la oportunidad de jugar fútbol en medio del caos académico. Es gente queriendo jugar y ganar a cambio de nada.
Por amor al fútbol y una oferta que llegó porque no había nadie más, se me hizo imposible no querer hacer parte de un equipo que quería ganar y tenía talento para aspirar a ganar esa liguita de universidad que es el fútbol en sí mismo. Entonces graduado hice el ridículo de ir a ese lugar del que tardé 6 años en salir, semana a semana, para dirigir gente que casi ni conocía y ver fútbol durante un año entero.
Aceptaba cualquier comentario malintencionado de que yo no superaba la U, que era un desocupado o que le daba demasiada importancia a ese torneo del cual no obtuve nunca plata ni gloria. Me daba pena sentir que mi novia sentía que estaba con esa clase de persona patética que no soltaba algo que ya no le pertenecía. Gente creyendo que era por amor a la universidad, cuando seriamente yo solo quería saber de fútbol.
Por eso hice maniobras, trampas y sacrificios por amor al fútbol y su naturaleza más pura. Me dispuse a dirigir a más de 20 adultos jóvenes; un grupo de hombres tan hombres que su falta de comunicación era hasta ofensiva, que difícilmente te respondían el grupo de whatsapp donde se cuadraba todo. No entrenaban, se gritaban y cuando les hacían gol se quedaban tranquilos. Una actitud que avisaba por todos lados que ellos entendían que la liguita no era importante, pero que luego jugaban de forma tan fantástica que así avisaban que igual iban a hacer de todo por ganar.
Jugaban y competían, y desde el primer día me creyeron a mí, mis métodos, mi conocimiento y mi forma de gestionar un equipo. Pura testosterona, ego y atletismo, todos compitiendo por un puesto en un equipo de 7 donde iban a la cancha queriendo pisarla al menos 10 minutos, y donde yo tenía el derecho sobre ellos de decidir si no jugaban ni un segundo. Acá está mi primera satisfacción personal en todo esto: logré que 20 que eran así no fueran a la cancha a pelear, que se comportaran a la altura durante un año y que jugaran fútbol de forma hermosa. Después de esta experiencia me afianzo en la idea de que yo puedo dirigir lo que sea, pero literalmente lo que sea.
El caso es que dos veces fuimos los mejores del torneo. Un año de gente diciéndome "eso lo ganan ustedes", "es imposible ganarles", "salven el fútbol: gánenle a esos". Durante 16 semanas en cada semestre probábamos que éramos los mejores, incluso cuando a veces había un descalabro y algún otro equipo nos complicaba, empataba o ganaba. Objetivamente éramos los mejores por todas las razones, excepto la hinchada. Y por eso merecimos llegar siempre al último partido, y merecíamos ser campeones las dos veces. Aun así, las dos veces perdimos en definición por penales.
CAP III
Qué linda palabra es aquella que se explica sola. "Penales", en singular: "penal". Aquello que es penal, palabra del mundo de la justicia y los abogados, tiene que ver con el castigo. Un penal, así sea obvio decirlo (pero lo digo porque los que ven fútbol no se detienen mucho en las palabras), te penaliza. La cuestión a resolver una vez se llega a esa instancia es quién sale más penalizado, si ellos o nosotros, y qué dolor tan infantil y profundo que dos veces los castigados hayamos sido nosotros.
Como el delirio es tal, toda una universidad decide fingir que eso que pasa en esa cancha sintética es parecido a lo del fútbol profesional, y el resto de equipos y sus "hinchas" se burlan, te tiran frasecitas, te insultan, te tratan de dar una explicación táctica, te hacen análisis post-partido, te recuerdan lo que sucedió jugada por jugada. Y yo, que vengo de ver cómo a Messi lo mataron durante casi 20 años de su vida por no ganar un torneo con su selección hasta que al fin, pues acepto que eso suceda, a pesar de lo ridículo. Eso sí, me dio rabia cada vez.
Pero bueno, no voy a insultar a nadie. También entiendo que hace parte del juego y que la gente que más se burla de los que pierden finales también son los que valen más mierda; porque esos justamente son los que nunca han pisado una final de nada en su vida, pero de casualidad son los que más saben cómo ganarlas. Ojalá haberles callado esa jeta cochina.
CAP IV
La sensación por ahora es que tengo cero ganas de seguir viviendo el fútbol desde el lado observador. Me cansé. Qué bobada estar en ese ejercicio de intentar provocar un contexto que produzca que el jugador haga de formas muy específicas unas acciones concretas que lo van a llevar al éxito, y que obvio eso no se puede, y que eso es justo lo que hace bueno ver fútbol, pero ya nadie está interesado en esa realidad sino en el resultado final.
La forma de contemplar y analizar el éxito del mundo hoy ha decidido que yo soy un DT que pierde finales y que el equipo es un equipo cagón cuando deberíamos ser felicitados y reconocidos, pues perdimos siendo mejores y trabajamos de forma admirable. Y que para un torneo tan amateur, donde no se entrena ni nadie está dedicado de lleno a esto, en serio sí me parece más importante el camino que ese trofeo hecho de acrílico.
Me fastidia de todas formas que algunos de mis jugadores se queden con la sensación de que nada sirvió ni valió la pena por no haber ganado esas tandas de penales. Me molesta que justo ellos hayan tenido que descubrir y luego redescubrir que su talento ni hacerlo todo bien es suficiente. Me queda un pesar profundo haberlos visto llorar y retirarse rápido de la cancha cuando realmente pudimos celebrar de otra forma y abrazarnos. Que debimos despedirnos bien ;) ;) ;) y no por un mensaje de Whatsapp.
Fútbol de mierda: debiste darme algo más que sabiduría. Merecía la alegría superficial de ver a mis 20 jugadores sonriendo con una medalla. Sin embargo, aunque no hubo trofeo, durante un año y a pesar de cualquier resultado, yo siempre gané.
Además de todo, gracias a:
Jaime, que volvió de una lesión de un año, fue nuestro goleador y me agradeció después de mi último partido por haberle devuelto la confianza.
Milo, que es el mejor arquero que ha visto ese torneo los últimos tres años, ganó un torneo solo y supo ser capitán cada vez más.
Negro, que deberá aprender a dejar de acumular frustración si quiere mostrarle a la gente lo que en verdad sabe hacer, que es muy grande.
Jero, que me dio el disgusto de no dejarme dirigirlo más de tanto que faltó, pero me dio la alegría de ver al mejor jugador que he visto en los últimos siete años, y que me dio el pesar de verlo elegir un pregrado cuando podría estar jugando el fútbol profesional que tanto odio.
Builes, que quiso asistirme, lo hizo con amor, se imaginó mundos conmigo y ahora es quien se hará cargo. Le deseo el trofeo, que ya lecciones tuvo suficientes.
Ramos, el mejor defensa del equipo y el mejor amigo que obtuve de todo esto.
Akis, que lesionado, graduado, cerca, lejos, estuvo con nosotros a cada instante. Quisimos darte la alegría, lamentamos no haberlo logrado. El pionero, el que hizo posible todo, el que más aguantó y el que más hizo falta.
GPG, por darme un espacio para dedicarme al deporte que amo por un año. Si no fuera porque en serio estoy agotado del esfuerzo extra que me supone hacer esto ni de la imagen cada vez más ridícula del que se queda siendo viejo en un lugar de jóvenes, yo me quedaba mucho más. Lástima por mí que me interesa más ser digno que feliz.
Nana, mi novia, que quiso hablar conmigo de esa liga el año entero. Aguantó todas, me consoló en varias y siempre hizo lo posible por ir a la cancha conmigo, así no fuera para verme jugar. No obtenía nada de nada, pero estuvo.
Paisa, que me dio charlas largas de fútbol que me hicieron mejorar en mi labor, que me dio la amistad que sabe dar la pelota.
La biggieneta, que nunca me vio como un rival, porque antes que todo era amigo. Y me ayudaron cada vez.
El fútbol, que por ser una mierda es que es tan bueno. El día que sea predecible y ganen siempre los mejores, lo habremos perdido todo.

Comentarios